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La red social como mercancía

Instagram es la red social más empleada por la población joven, junto a Twitter y Youtube. Una red social es, someramente, una página de Internet en la que te relaciones interactivamente con otras personas, a diferencia, por ejemplo, de Wikipedia, en que no hay acción y reacción activa. Esta diferencia es cuantitativa en tanto que el grado de participación en las redes sociales es mucho mayor que en las otras zonas cibernéticas. Uno entra habitualmente y genera una actividad rutinaria y constante en ellas.Las redes sociales surgen a finales del siglo XX y tienen su repercusión real en la segunda década del siglo XXI, por lo que podemos situarlas claramente en el sistema capitalista. Así pues, estas redes sociales entran al mercado social como mercancías, es decir, con un valor de cambio, un precio (frente al valor de uso, que es el cómo puede emplearse un producto concreto, el valor de cambio establece qué valor tiene ese producto en el mercado). Sin embargo, y salvo contadas excepciones, el uso de las redes sociales no le cuesta al usuario un precio determinado. Es más, las pocas redes sociales que intentaron ser de pago tuvieron inmediatamente que pasarse al modelo gratuito, como Whatsapp. Entonces, ¿cuál es el valor de cambio de estas redes? ¿Cómo obtienen beneficios los propietarios? Sencillamente, las redes ponen anuncios de otros productos, los propietarios de los cuales pagan para que la red social encuentre al público objetivo adecuado. Por lo tanto, la red social es una mercancía cuyo valor reside en la capacidad de conseguir que otras mercancías se vendan. Como una valla publicitaria, su valor reside en la efectividad al vender otras mercancías. Esta es su primera característica inagotable: la red social no deja de obtener beneficios al conseguir que los productos anunciados se vendan, sino que siempre puede conseguir más anuncios. Además, y a diferencia de la valla, la red social no está limitada geográficamente, sino que existe en cada lugar donde se encuentra un dispositivo con conexión a Internet. Aunque es una sola mercancía, se da en una multitud de productos concretos.Por otra parte, los usuarios no están limitados en su actividad en la red. Al contrario que un producto usual, pueden emplearla infinitas veces. Siempre pueden recargar su móvil o cambiarlo por otro, y la red social permanecerá idéntica, pudiendo accederse a ella de igual forma. Esta actividad infinita hace que los usuarios empleen la red con mayor frecuencia, que actúen de modo cada vez más personal y vuelquen su vida social en mayor medida aquí. No es casual el paso de Instagram de la mera publicación de fotografías a la posibilidad de subir “historias”, contenido audiovisual concreto que dura subido en la red veinticuatro horas, lo que hace que los usuarios vuelquen aquí su vida de un modo cada vez más exacto; o, mejor dicho, de la forma en que más exactamente desearían que fuera.Así, estos dos actores de la red, publicistas y usuarios, van hallándose cada vez en mayor armonía: gracias a la información que las personas publican, las redes sociales ofrecen a las empresas un retrato cada vez más fiel de los deseos del público, deseos que son incentivados por los propios anuncios, en una espiral constante.La situación actual está tan desarrollada que los usuarios han pasado a ser conscientemente mercancía, a buscar un número exponencialmente mayor de clientes (seguidores) con el fin de establecer una relación con los publicistas en la que le producto ofrecido y el usuario sean uno solo en la figura del influencer.