En este momento estás viendo La realidad de lo útil

La realidad de lo útil

  • Autor de la entrada:
  • Categoría de la entrada:Comentarios

A la hora de justificar nuestras acciones o motivaciones más profundas, un argumento recurrente es el de la utilidad. No son pocas las personas que, por ejemplo, al hablar de religión, comentan que es útil tener fe. Sin embargo, no son tantas las personas que se preguntan qué significa, en concreto, que algo sea útil. Es decir, ¿a qué utilidad nos estamos refiriendo?

De esta manera, si tuviéramos que decir qué es lo útil, podríamos afirmar que es todo aquello que nos sirve para alcanzar un objetivo. Así pues, si quiero cocinar, me será útil una sartén. Si quiero ir a Valencia y estoy en Madrid, el tren o el coche serán lo útil. Con estos ejemplos queremos dar constancia de que lo útil es una propiedad que se predica de un objeto en relación con un objetivo determinado. La utilidad, por ende, depende del contexto.

Los casos expuestos en el anterior párrafo son tipos de lo que podríamos llamar utilidad concreta. Son útiles en un momento específico y, en los casos planteados, han sido construidos específicamente con dicha utilidad. No obstante, cuando hablamos, como hemos hecho al principio, de la religión, estamos hablando de utilidad en un sentido claramente distinto. Efectivamente, tener fe, en sentido amplio, no puede decirse que sea útil para realizar una acción concreta. Como mínimo, su utilidad no se limita a dicha actividad, ni ha sido pensada con miras a ese fin determinado.

Por lo tanto, aquí hablamos de una utilidad más amplia. Cuando pensamos en la religión como algo útil, solemos pensar en el hecho de que da a los creyentes una razón para vivir y una perspectiva optimista de la existencia y la muerte. Es decir, la utilidad de la religión radicaría en el servicio que presta a la vida.

No obstante, la vida, al contrario que un objetivo, no es un hecho concreto que se puede alcanzar o no. Vivamos como vivamos, el desenlace será el mismo. Independientemente de lo que hagamos, todos moriremos. Así pues, si el resultado final es idéntico en cualquier caso, ¿de qué hablamos cuando hablamos de algo útil para la vida?

La vida, podemos pensar, aunque no tenga un objetivo final, sí que está compuesta múltiples objetivos: sobrevivir, alcanzar estabilidad, ser feliz, reproducirse… Todas estas metas, que se dan dentro de la propia vida, dibujan el mapa de la existencia. La utilidad vital de algo, por ende, tendrá que ver con la capacidad que nos brinda para conseguir unos u otros de estos objetivos.

En este sentido, se dice que la religión es útil para la vida porque la gente religiosa es más feliz y tiende a tener hijos y conseguir aquellos logros que se han expuesto anteriormente. No obstante, la cuestión de la utilidad misma está aún sin resolver.

Ciertamente, aunque hayamos hablado de la utilidad vital, no hemos justificado por qué hay que intentar alcanzar estas metas vitales. Si la vida va a acabarse, y con ella desaparecerán todas las memorias de lo que hemos hecho, será indiferente si hemos vivido de tal o cual manera. Tenemos que intentar dar razones, por lo tanto, por las que debamos actuar de esta manera.

El objetivo de la presente digresión no era, sin embargo, defender una u otra postura vital. Por el contrario, de lo que queríamos hablar aquí es, justamente, del argumento de la utilidad. Quienes defienden los argumentos utilitaristas, pretenden utilizarlos para no buscar razones anteriores de nuestras acciones. Al decir que la religión es útil, lo que quieren decir es que da igual que sea verdadera o no, porque ayuda a cumplir un objetivo. La cuestión, sin embargo, nos lleva a preguntarnos por qué queremos alcanzar tal objetivo. Si tenemos en cuenta, además, que ha habido una infinidad de seres humanos, que han vivido de todas las formas posibles, vemos que el argumento de la utilidad no puede sostenerse por sí mismo. ¿Por qué no deberíamos, en vez de guiarnos por lo que creemos útil para la vida, hacer como ciertas sectas y cometer un suicidio masivo? Esta pregunta, que llevada a este extremo puede sonar absurda, esconde una cuestión latente en la afirmación utilitarista, y es que esta no sirve para darnos motivos para actuar de una u otra manera, sobre todo a nivel vital. A la pregunta de por qué vivimos, y por qué queremos ser felices, no podemos responder con un argumento de utilidad, porque la utilidad ya se inserta en una vida concreta. Esa vida es vivida de una u otra manera por motivos que son anteriores a lo útil y que lo sostienen.

La realidad de lo útil, por lo tanto, se da en un contexto anterior. Ese contexto es aquella realidad en que se dan y que, para presentarse, debe ser investigada más allá de lo útil.